domingo, 3 de noviembre de 2013

Conociendo Ecuador.

Aunque no lo parezca sigo viva, pero con tantas cosas por ver, aprender y hacer que saco muy poquito tiempo para contaros como me va.
El último fin de semana de octubre, acompañamos a una de mis compañeras que también está como pasante (como nos llaman aquí) en el ISTEC a Quito a por su pasaporte, así que aprovechamos a conocer algo más la capital y a acercarnos a Otavalo, un pueblito de la sierra.

El primer día en Quito, fuimos a visitar la fundación del pintor Oswaldo Guayasamin, un pintor ecuatoriano muy famoso y representativo de Latinoamérica. Primero vimos su casa, y la verdad es que fue para mí algo decepcionante: era una casa llena de colecciones de arte carísimas, Goyas, Picassos y demás obras, que hacían que esa casa tuviese un valor incalculable y fuera, bajo mi perspectiva, cuanto menos diferente de la realidad de Latinoamérica, o al menos de la que yo estoy viendo Ecuador en particular.

Estudio Guayasamin
Pero después de visitar su casa, vimos la Capilla del Hombre, un proyecto que empezó y dejó inacabado al morir: en ella trataba de reflejar todos los horrores llevados a cabo por el hombre hacia el hombre, de una manera tan sentida que se nos ponían los pelos de punta y nos asomaba alguna lagrimilla escuchando las explicaciones de cada obra. En ese momento comprendí cual era el motivo de que fuera tan famoso y un icono de la historia de Latinoamérica. Si queréis ver más sobre ello: http://www.guayasamin.org/



Homenaje a Salvador Allenda, Pablo Neruda y Victor Jara.
Aparheid.

Culturas latinoamericanas.



Desde allí nos fuimos hacia Otavalo (previo mal trago después de que nos robaran en la Ecovía, como no, yo no me podía librar…cosas que pasan), y nos daríamos cuenta en los dos días que pasamos allí que es un lugar donde mayoritariamente viven personas quechuas que aún siguen conservando la mayoría de sus tradiciones, lo que hace que sea un sitio muy especial y con mucho encanto. 
Pasamos allí el primer día rodeados de artesanías y viendo un poco el pueblo, y la verdad es que conociendo mucha gente interesante y amable con nosotros, que nos recomendaron para dormir un sitio mucho más barato que donde estábamos,  así que allí que fuimos.

Mujer Otavaleña.


Mercado de Otavalo.


Mercado de patatas en Otavalo.


Peguche.
El hostal, que resultó ser el parche o el sitio donde se alojaban todos los artesanos, estaba en el barrio de Peguche, en lo alto de Otavalo (hay que decir que para llegar hasta él nos perdimos unas 3 o 4 veces, con un inciso entre medias parando en una boda de una familia quechua que nos indicaron como pudieron el camino, ya que llevaban dos días de celebración y aún guardaban fuerzas para otro más). Creo que el sitio donde dormimos esa noche es uno de los más auténticos en los que he estado nunca: estaba a 5 minutos de las cascadas de Peguche, donde me hubiera quedado a vivir si me hubieran dejado, y además los artesanos y malabaristas que estaban allí nos trataron como a uno más de la familia. 

Nuestro alojamiento, la casa de Matilde.
Nico y sus malabares.

 



Por la noche nos invitaron a un concierto de jazz que daban unos amigos suyos en un bar, que terminó siendo una reunión de amigos con todo el mundo tocando y bailando, y con malabares incluidos. Hacía falta una noche en la que no hubiera bachata de por medio, aunque sólo fuera una.

Concierto de Jazz.







Pintadas por el Yasuní en Otavalo
El domingo, antes de marcharnos, visitamos unas cuevas de Peguche en las que los shamanes realizaban y realizan rituales de limpieza, y visitamos de nuevo las cascadas para marcharnos con el mejor de los recuerdos después de un fin de semana que nos hizo olvidar un poco lo mal que había empezado el viaje a Otavalo. Un sitio al que volver.


Cuevas de Peguche.

Cascadas de Peguche.

Regresamos a la finca: nada mejor para no echar de menos un sitio inolvidable como dormir con el sonido de la selva de fondo, una de las cosas que más echaré de menos cuando vuelva a España. Toca trabajar esa semana, que para eso hemos venido no? Sigo con los papeles y los trámites del CONSEP (odio la burocracia) y echamos una mano en lo que podemos, desde alguna que otra tarea de mantenimiento hasta echar una mano en el área de pecuaria, aunque he de reconocer que cada vez más aquí ya me estoy convirtiendo otra vez en una ratita de laboratorio y una profesora en funciones, cosa que cada vez me gusta más y más con alumnos tan agradecidos y majos como los que me he encontrado aquí. Y además seguimos compartiendo vida con la gente de aquí, que nada tardan en abrirnos las puertas de su casa y presentarnos a su familia; no he visto gente tan acogedora y amable como la que hay aquí, incluso aunque muchos tenga poco que ofrecer, la verdad es que son un ejemplo a seguir. Nos hemos hecho amigas de Doña Amada, una señora de Santa Cecilia, y bajamos de vez en cuando a su casa a enseñarnos platos típicos mutuamente.

Haciendo empanadas ecuatorianas en casa de Amada.

  


Llegó el 1 de noviembre, y asistimos a la ceremonia de celebración de la “colada morada”, donde cocinan colada morada (que es algo así como una compota de frutas con hierbas varias) y guaguas de pan.

Festividad de Todos los Santos.

Colada morada y guagua de pan.
 
Y aprovechando que es puente, el sábado nos fuimos con una compañera que trabaja en el ISTEC y sus dos sobrinos a Lumbaqui, donde ella vive, a unos manantiales. En cada rinconcito de Ecuador hay cantidad de lugares preciosos a donde ir. Qué país tan bonito.








Intentaré seguir contando como van las cosas cuando saque algo de tiempo, pero es que los días pasan tan rápido que hay que aprovechar cada minuto aquí! 

Mientras tanto os dejo la última foto, de una de las imágenes que más vemos todos los días: el populismo!

Pintadas, que son el pan de cada día, de Rafael Correa.

Miles de abrazos desde tierras ecuatorianas!!!! =)







No hay comentarios:

Publicar un comentario